Municipales

Mariano Roque Alonso: la ciudad que crece sin el municipio

A un año y medio de las elecciones municipales, la gestión de Carolina Aranda en Mariano Roque Alonso se perfila como otro capítulo gris en la larga novela del fracaso político en Central. Lo que fue en su momento una bocanada de esperanza —la primera mujer al frente de la intendencia— hoy se percibe como una gran estafa ciudadana.

Mientras la inversión privada convierte a la ciudad en un polo industrial emergente, el municipio parece operar en piloto automático. Fábricas nuevas, galpones, movimiento comercial… todo menos obras públicas. Porque si hay algo que brilla por su ausencia es la presencia del Estado.

Las calles están detonadas, las plazas olvidadas y el edificio municipal se cae a pedazos. Las denuncias por sobrefacturación y pésima administración no son nuevas, pero sí cada vez más evidentes. El abandono no es una percepción, es una postal. Y es la misma en cada barrio.

Roque Alonso vive una contradicción brutal: el sector privado crece a pasos agigantados, mientras el municipio se atrasa décadas. Es como si una ciudad pujante estuviera atrapada en una gestión medieval. Una ciudad que podría despegar, pero que tiene anclas en lugar de alas.

El que venga después de Aranda no solo tendrá que gobernar: tendrá que levantar ruinas, pagar deudas y recomponer la confianza. Porque la deuda más grande no es la financiera, es la moral. La que se acumula cada vez que un ciudadano paga impuestos y no recibe nada a cambio.

Roque Alonso arrastra un déficit estructural de 30 años, pero estos últimos 10 parecen haber sido los más letales. Ya no alcanza con promesas ni con discursos. El municipio necesita gestión real, compromiso verdadero y, sobre todo, una cirugía urgente que limpie la pus de una administración que ya huele mal.

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